El precio de la verdad
Cuando en 1877 Tolstói publica la última entrega de Ana Karenina, se encuentra en la cúspide de su carrera literaria, habiendo logrado lo que cualquier artista podría soñar: es aclamado internacionalmente, su novela es considerada una obra maestra, su talento indiscutible. Sin embargo, tal y como explicaría más tarde en Confesión (1882), en ese mismo momento su vida interior atravesaba un desierto existencial que le impedía experimentar cualquier tipo de satisfacción. Es una inversión perturbadora de la lógica convencional del éxito: justo cuando alcanza la cumbre, cuando su genio ha dado sus frutos más maduros, Tolstói descubre la insignificancia de todo el edificio. La pregunta por el sentido surge entonces no desde la carencia, sino desde la plenitud, y tal vez sea eso lo más fascinante de su depresión: que emerge desde la realización de todas las ambiciones. Parece como si la satisfacción completa de los deseos mundanos hubiera permitido, por fin, que brotara la pregunta que siempre estuvo latente pero que el ajetreo de la ambición había mantenido a raya: «¿qué sentido tiene todo …