Autor: Valentí Puig

Isaiah Berlin en Washington   

La falsedad del determinismo es uno de los tributos intelectuales más positivos a tener en cuenta en el balance final del siglo XX, el siglo de la megamuerte, el siglo de los totalitarismos. Se lo debemos en gran parte a Isaiah Berlin. Ya entrados en otro siglo, si el principio de libertad de elección —elecciones trágicas a menudo— nos parece incluso un fait accompli al final de todos los utopismos ensangrentados, es porque el pensamiento de Berlin había reafirmado la sociedad pluralista y al hombre como una conciencia creativa que es autónoma por sus opciones, sus fines y valores, en aquella gloriosa confluencia de la Historia entre la continuidad y la libertad. Si el determinismo considera que la Historia está bajo el control —está teledirigida— por fuerzas impersonales más allá de la voluntad humana, Berlin lo identifica con la negación de la idea de la responsabilidad moral del individuo. Esa fue la gran refriega del siglo XX, el siglo de acechanzas tan pavorosas como la revolución soviética, el Tercer Reich, la Revolución Cultural de Mao …

Alto voltaje de Chateaubriand

Cuando Sartre se dispuso a mear sobre la tumba de Chateaubriand en el islote frente a su Saint-Malo natal no daba un ejemplo de originalidad, porque en aquel tiempo el trascurrir generacional de toda literatura se basaba en matar al padre. Actualmente, es algo distinto dado que las nuevas generaciones desconocen a sus padres. Sucumbe lo que se llamó nación literaria, de la que Francia fue molde. Existía el escritor y luego el gran escritor, a cuyas exequias acudían cofradías, sindicatos, enemigos y damnificados. Tal vez sea necesaria una cierta hipocresía. Sartre odiaba el estilo del vizconde —ya se sabe que hay dos ramales de estilo, el vizconde que es Chateaubriand y el teniente que fue Stendhal— y optó por rociarlo con ácido úrico pero al final es inevitable que los meones acaben por ocupar la hornacina de los grandes maestros. Absténgase de leer a Chateaubriand quien no distinga entre un conservador y un reaccionario o prefiera la prosa asténica. Pocas literaturas como la francesa saben hacerse su propia jardinería con tan buenos resultados. En …

Diplomáticos de novela

La diplomacia acaba siendo intemporal en el sentido que el double entendre y la simulación pueden ser usadas a semejanza de las armas en cualquier tipo de guerra, tan nobles y arteras como el arte de mentir en beneficio del Estado, lo que es una tradición de siglos por lo menos desde el Egipto de los faraones a la corte de Putin, con momentos tan sutiles como Roma, Bizancio o Venecia. Crece a la sombra de la guerra, tiene como deleite propio la pompa y la circunstancia, se nutre de la ambigüedad y también de la ceremonia, al modo de una hiedra que sostiene tratados endebles y alianzas fugaces. Como diplomacia, la borrosidad semántica ayuda a esquivar conflictos o a camuflarlos, y fracasa cuando los agrava. Ahora mismo, viejas nieblas diplomáticas cubren los pasos que se dieron al final de la Guerra Fría: ¿dio Occidente garantías a Moscú de que la OTAN no se expandiría hacia el Este? Todo, naturalmente, a sabiendas de que es inútil y poco profesional querer saber por completo las causas …

Conspiraciones de Baroja

Tras la puerta entornada del pequeño huerto había un viejo con un libro en la mano, sentado sobre un montón de ramas secas. Cuando el sol iba retirándose, el viejo solitario paseaba por el acantilado de la costa. Vestía pantalón corto, chaleco de ante con botones de nácar, corbata blanca, casaca oscura. Es Gastón Etchepare, solitario en el caserío Iturbide, en Bidart, no lejos de Bayona. Personaje real emparentado con los Baroja ―los padres del novelista le habían tratado―, un muy joven Eugenio de Aviraneta, protagonista de Memorias de un hombre de acción, visitará a Etchepare recluido en el reposo melancólico del revolucionario que, de tan apasionado republicano, Bonaparte había rechazado. Caminan bajo el crepúsculo. Etchepare hablaba con pasión de Danton y Robespierre, de Saint-Just, de los choques entre la Montaña y la Gironda, de las grandes figuras plutarquianas que inspiraron las virtudes revolucionarias. Como personaje infrecuente y menor de las Memorias de un hombre de acción, de Pío Baroja, la aparición de ese viejo revolucionario viene a condensar todo lo que Aviraneta quiso ser …

El Sueño Chino de Jinping

El Sueño Chino hizo titulares en el encuentro de Davos de finales de enero pero seguimos prefiriendo las páginas de La montaña mágica con el Davos que describió Thomas Mann. Ese Sueño Chino, presentado por un líder de singular energía como Xi Ping, tampoco tiene que ver con los valores del American Dream sino con la voluntad neototalitaria de situarse en el punto neurálgico de una nueva esfera de influencia, económica y geopolítica. Xi Jinping tiene la energía de un emperador a la antigua usanza, cuya muralla china zigzaguea bloqueando autopistas digitales. Con Biden tomando posesión y todavía en el fragor del infamante momento norteamericano que va del asalto al Capitolio a la despedida de Donald Trump, Jinping fue al Foro Económico Mundial de Davos y se explayó como líder de la gran potencia global. Estaba agitando pastoralmente la rama de olivo en los escenarios de la Unión Europea. Habló de «crecimiento inclusivo», «coexistencia pacífica», «gobernanza global» y «desarrollo verde». En contraste con las escalinatas del Capitolio, tuvo un esplendor mediático muy pasajero porque Pekín …

La Guerra Fría de Le Carré

Será singular la memoria que quede de la Guerra Fría si la sustentamos leyendo al recién fallecido John Le Carré.  Nunca se le perfilaba con claridad en el lado del telón de acero en el que trabajó para el espionaje británico y que luego le aclamó como autor de novelas de espías. Se le veía más en tierras de nadie, practicando el merodeo moral en la línea de sombra del Checkpoint Charlie en el Muro de Berlín, a punto de considerar que daba casi lo mismo estar con la libertad que con el totalitarismo porque el espionaje era un oficio de ambigüedades. Algo parecido le pasó a Graham Greene. De uno u otro modo, siempre estuvieron fascinados por aquel Philby que se fue a vivir a Moscú traicionando todas sus lealtades. Resquebraduras del viejo Establishment británico. ¿Por qué Le Carré esperó a estar ya más allá de la postguerra fría para confesar como si nada que también había considerado pasarse al otro lado? No faltará quien suponga que, al declararlo en su día, como de …

Ficción versus vacío

La historia de la novela desde finales del siglo XX hasta estos días cataloga un cementerio de armatostes desconectados de la realidad y la vida, al modo de pozos de petróleo que ya no disponen de las entrañas de la tierra, sustituidos para el público lector por heterogéneas formas de entretenimiento que van de la novela negra a los vuelos de Harry Potter y en los últimos tiempos, preferentemente, a las series de televisión. Si queda algo de clases profesionales ilustradas, su sustento vitamínico está dedicado al stream de Netflix, La isla del tesoro o Azar de Joseph Conrad han sido liofilizados y la virtualidad ha sustituido la batalla del río Berézina, del mismo modo que Tolstoi solo perdura en forma de videojuego.   Aun así, a pesar de la corrupción deconstruccionista, la novela puede todavía representar sentido, memoria, belleza, una ilusión de tiempo, un modo de conocimiento, una pasión por la experiencia y, a la vez, una crítica de la vida. Desde luego ni la novela hamburguesa doble ni los filetes postminimalistas están en eso …