Pensamiento

Lo irrazonable

No fui del todo consciente del mal del siglo hasta el día en que, discutiendo con un colega de universidad sobre las razones que daban los independentistas catalanes para justificar su aspiración, recurrí a ciertos datos que guardaba en el móvil sobre antecedentes históricos, balanzas fiscales y realidades políticas. Mi interlocutor, independentista convencido, no mostraba ninguna agresividad ante el desmentido sistemático de sus alegaciones; mostraba algo peor: indiferencia. Apenas prestaba atención a mis contraargumentos y le tenía sin cuidado que los datos que le presentaba no fuesen meras opiniones, sino el resultado de estudios rigurosos, procedentes, en algunos casos, de fuentes internacionales. Expresaba, con la media sonrisa del desprecio, que la verdad no le incumbía; su actitud y sus comentarios sobre los intereses que hay detrás de todo estudio y sobre el poder al que sirve toda verdad venían a decir eso. No leía datos, pero aparentemente sí había leído a Foucault. Me he encontrado después en situaciones parecidas debatiendo sobre las creencias del feminismo de última ola y su vástago enloquecido, la ideología de …

La tentación narcisista

En un momento del documental What is a woman? (2022), el reportero Matt Walsh le espeta al entrevistado, un profesor universitario de estudios de género y sexualidad de la Universidad de Tennessee, la siguiente duda: «¿Sabe usted qué es una definición circular?». Se puede observar claramente cómo la pregunta coge por sorpresa al profesor, un joven amanerado y afectado de una pedantería caricaturesca, aunque no se termina de comprender bien por qué: interrogado por la definición del término mujer, el profesor dice hasta tres veces que «una mujer es una persona que se identifica como mujer», y nada más. Sabemos, desde que nos lo enseñaron en la escuela, que una definición no puede contener el nombre de lo que se define, razón por la que el pasmo del profesor, sorprendido no solo de haber usado una definición circular sino de que alguien se lo reprochara, es especialmente significativo de la burbuja ideológica en que vive. Una mujer es una mujer, y una mujer puede ser cualquiera que se identifique como tal. Está claro. Según parece, …

Elogio de la píldora

Es sorprendente la mala prensa que tiene en la actualidad, entre ciertas feministas, la píldora anticonceptiva: no son pocas las que aconsejan evitarla y reclaman métodos anticonceptivos más «naturales» y «corresponsables» con el hombre. Su rechazo parte de la convicción de que la píldora, como toda creación de una sociedad patriarcal, busca someter a las mujeres en beneficio de los hombres; cargarlas a ellas solas con la responsabilidad de la anticoncepción. Esta no es la única cuestión en la que este feminismo rousseauniano se propone proteger a la mujer de los abusos a los que a su juicio es sometida en la vida en sociedad devolviéndola al estado de naturaleza: el auge de los partos en casa también tiene su origen, en muchos casos, en el recelo con el que ven a un sistema médico que consideran que se preocupa poco por el bienestar de las mujeres. En una palabra, lo que defienden es que la mujer no será libre hasta que no se deshaga de todo aquello que la sociedad le impone; la opinión …

Disculpen que me muera

«Los conocidos más íntimos, los amigos de Iván Ilich, por así decirlo, no podían menos de pensar también que ahora habría que cumplir con el muy fastidioso deber, impuesto por el decoro, de asistir al funeral». Iván Ilich, el desdichado protagonista del relato de Tolstói —si todavía no han tenido ocasión de leer La muerte de Iván Ilich les animo a ello—, no solo no quiere morirse, es que está convencido de que no lo merece. ¡Y de una forma tan estúpida! Pero lo peor, y ahí se nota la hondura espiritual de Tolstói y su conocimiento de la angustia, es que Iván Ilich no puede soportar el sentir que la vida se le escapa mientras al resto se la trae al pairo. Lo verdaderamente horrible de su muerte no es el dolor físico de los últimos días sino la conciencia del inexorable final, el descubrir la cruel realidad que ha permanecido tanto tiempo velada. ¿Y si toda su vida no fue más que una existencia inauténtica, una ilusión, y es la proximidad de la …

Molestia

La felicidad resulta, por abstracta, razonablemente molesta, y si se piensa en su plena realización, por inimaginable, queda relegada al mito. Algo tiene esta idea también de burlesca cuando a menudo es difícil la adecuada ponderación de la tragedia —sea ésta íntima, como el amor en vano o la pérdida de un ser querido, o comunitaria; por ejemplo, alguna circunstancia que imposibilite la paz en un territorio—, y así parece que uno —el que escribe, y todo aquel que lo vea de igual manera, claro— necesite incluso del cobijo de la infeliz autopercepción para no acabar agotado; sin dejar de preguntarse, en el fondo, si es precisamente esa aparente comodidad la que más le consume. Esa mítica molestia fue una preocupación capital para el pensamiento estoico: según Séneca, «es feliz el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida». …

Salvar al feminismo

Seguramente una de las escenas más memorables de la historia del cine sea la que pone fin a la primera parte de Lo que el viento se llevó, cuando Scarlett O’Hara mira al cielo desafiante y, después de haber atravesado los nueve círculos del infierno, se promete, poniendo a Dios por testigo, que ni ella ni los suyos van a volver a pasar hambre —«aunque tenga que estafar, ser ladrona o asesinar»—. Hasta entonces, todo eran quejas y lamentos, pero ahora parece decirse: «Está bien; mi madre muerta por una fiebre tifoidea, mi padre enloquecido, y todos los hombres que me cortejaban empeñados en ir a matarse a una guerra que yo ya había advertido que sería, cuando menos, aburridísima, pues me las tendré que ingeniar sola, pero no lograrán aplastarme». En ese inconfundible atardecer naranja technicolor, la niña caprichosa cogía por primera vez las riendas de su vida. Su personaje encarnaba la esencia de la primera ola del feminismo: la mujer estaba capacitada para asumir su propia existencia.  Pero, mecida por el mismo oleaje, …

Insoportable juventud

De la juventud siempre anhelé y temí una misma cosa: que pasara rápido. Para aliviar mi tormento, o tal vez por escarnio, la genética me ha bendecido con la canicie cuando aún espero el advenimiento de la barba (a menos que mis canas sean psicosomáticas). Lo que convierte la juventud en un tiempo insoportable, sin embargo, es la consciencia latente de que todo cuanto se hace, se hace haciendo el ridículo. Debí ser un joven algo hiperbólico y trágico porque muchas de mis creencias, ideas y comportamientos de juventud me ruborizan ahora. Por ello, no me cuesta verme reflejado en el verso de Lamartine que Pla recoge en el El quadern gris, del cual dice mantiene una fidelidad exacta con el espíritu de la juventud: «Un seul être vous manque, et tout est dépeuplé» [«Un solo ser os falta, y todo está despoblado»]. Qué sonrojante es darse cuenta, pasados los años, de que hay muy pocas carencias que justifiquen el desánimo o la indignación absolutas que el más nimio contratiempo desata en la juventud. El …

Dogmas modernos

Leemos a veces noticias sobre presuntas terapias milagrosas capaces de curar las peores enfermedades. Yo qué sé: que frotarse una cebolla por el pecho cura el cáncer, o lo que sea. La reacción de la ciencia ante tales afirmaciones es, como tiene que ser, de rechazo, y por supuesto de una comprensible desesperación cuando algunas de estas ideas de bombero se extienden; como aquello de que la nieve está hecha de plástico porque se mancha de negro y no se derrite cuando le acercas la llama de un mechero. Los científicos, y muy acertadamente, ponen el grito en el cielo ante tales disparates.   Ahora voy a poner yo el grito en el cielo por otro tipo de disparates, unos que provienen no de la pura ignorancia, sino de ciertas actitudes cientificistas, y que parten de un conjunto de creencias más comunes de lo que parece: por ejemplo, se cree que las instituciones religiosas —y en particular la Iglesia Católica en Europa— son las responsables de haber retenido el progreso de la ciencia durante toda la …

El siglo perturbado

I En Building a Bridge to the 18th Century, el ensayo que escribió Neil Postman en 1999 y que próximamente Biblioteca Nueva publicará en castellano, se advierte que, si no hallamos la manera de remediarlo, el siglo XXI se verá perturbado por el «historicismo radical», que es como los académicos norteamericanos de su tiempo solían llamar a la consagración de los estudios culturales, los estudios de género, la deconstrucción y todos los nidos posestructuralistas de los que echaron a volar muchas de las ideas públicas que ahora nos perturban. Para el historicismo radical, no hay valores morales absolutos, ni siquiera superiores, sino solo productos resultantes de las relaciones de poder en un determinado momento. Tampoco hay, en consecuencia, un conocimiento al que se le pueda dar más crédito que a otro. Postman cita un fragmento del libro del deconstruccionista estadounidense Kenneth J. Gergen The Saturated Self: Dilemmas of Identity in Contemporary Life en el que el autor dice comprender que para las convenciones contemporáneas de Occidente la medicina moderna sea sin duda superior a la …

La compasión es libre

Siglos ha dedicado la filosofía política a la disyuntiva entre servidumbre y libertad. El problema resulta sin embargo urgente, acuciante. ¿Qué hacer ante quien decide renunciar a una vida —concedan por ahora la presunción— digna, o a la vida misma? ¿Qué ante un Parlamento, como el español pocas semanas atrás, que deroga una disposición legal que velaba por mujeres vulnerables? ¿Qué ante unas Naciones Unidas que en pro del igualitarismo desamparan a los más necesitados? No buscamos una solución cerrada, colectiva y total pero apremiamos a pensar en serio el lugar de la libertad y los escondrijos de la servidumbre. En serio pero ya. No tienen siglos quienes sufren. Un joven se inclina hacia adelante con los brazos extendidos. Mirada afanosa, ropaje humilde. Espera recibir algo del pan que reparten los soldados en el centro de París durante la Segunda República Francesa. Esta imagen, boceto de 1851 de Isidore Pils hoy en el Museo de Arte de Cleveland, ilustra la portada de la edición de On liberty and other essays de John Stuart Mill que …