Arte

La rosa es sin porqué

En el prefacio a El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde no solo responde a los críticos que condenaban su novela por inmoral, sino que también regala una de las reflexiones más acertadas de la estética, al tiempo que casi parece negarla: «A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil». Roger Scruton recupera la cita en su documental Why Beauty Matters? para demostrar, a través de la arquitectura tradicional, que la belleza es una necesidad universal: sus detalles decorativos, perfectamente inútiles, a la vez se hacen indispensables por su complaciente armonía, y así nos revelan que tenemos algo más que necesidades primarias; que el hombre es, en gran medida, un ser espiritual. «Resulta que nada es más útil que lo inútil», concluye.

Para las mentalidades excesivamente panglosianas —no por optimistas, sino por su tendencia a creer que todo existe para cumplir con un fin determinado—, esas observaciones saben a poco. La obra de arte, a su juicio, no puede entenderse sin un mensaje; no se conforman con su contemplación y, para poder gozar del objeto artístico, han de encontrarle forzosamente un significado —por lo normal, torpemente freudiano o de un marxismo pueril―. Ignoran, sin embargo, que el arte es una virtualidad, y precisamente por eso, por prescindir de la realidad humana —es decir, de toda significación externa—, el Arte, todo arte, es un fin en sí mismo. De poco sirve, pues, empeñarse en interpretar algo que no tiene más motivo que ser. Pero tampoco podemos olvidar que la nuestra es una época viciosamente confusa, y en vista de ello, este texto —como decía Pla de su Cuaderno— obedece a la necesidad de tomar posición frente a ella. A propósito de la autosuficiencia del Arte, no hay mejor resumen que un famoso verso de Angelus Silesius, recordado por Borges con admiración: «Die Ros’ ist ohn’ warum; sie blühet, weil sie blühet» [La rosa es sin porqué, florece porque florece].

Así pues, el Arte, al igual que la vida, simplemente sucede. Pero en la medida en que sucede —y siempre que seamos capaces de comprender una pintura, un poema o una música por su forma—, podremos descansar, por un rato, de la miseria humana. Esa es su gracia y su (in)utilidad.


Foto: Camille Corot, Flores en un jarrón junto a un frasco de tabaco (1874), via Wikiart