Destacado, Pensamiento

Wokismo y populismo, dos virus de la misma cepa  

«El rasgo distintivo del mundo moderno no es su escepticismo, sino su inconsciente dogmatismo». G.K. Chesterton (1874-1936) 

Hace un par de años buscaba sin éxito en internet algún artículo sobre el feminismo woke escrito por Ayaan Hirsi Ali, quizás la persona que más ha trabajado por la liberación de la mujer musulmana, cuando tropecé con una referencia al sitio web Intellectual Dark Net (IDN), una red oscura de intelectuales políticamente incorrectos de cuya existencia ni yo ni nadie de mi entorno teníamos la menor noticia. 

Averigüé que el creador de la red había sido un matemático norteamericano llamado Eric Weinstein, cuyo hermano Bret, profesor de biología en el Evergreen State College de Olympia (Washington) se había visto obligado a abandonar su puesto después de catorce años de trabajo debido a las amenazas y escraches continuos recibidos por un grupo de alumnos. 

Supe también que, entre los asociados a esta red oscura de resistentes anti-woke, se encontraban, además de la escritora Ayaan Hirsi Ali y de su marido, el historiador escocés Niall Ferguson, los dos hermanos Weinstein y un comentarista político británico llamado Douglas Murray, autor de La Masa enfurecida. Cómo las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura (2020). Este libro se había publicado en Inglaterra un año antes con el título The Madness of Crowds: Gender, Race and Identity, cuya traducción literal sería «La locura de las masas: género, raza e identidad».  

Comienza Murray su libro con estas palabras:  

Vivimos en tiempos de locura colectiva. Tanto en lo público como en lo privado, tanto en el mundo digital como en el analógico, las personas se comportan de un modo cada vez más irracional, frenético, borreguil, en definitiva, desagradable. Las consecuencias pueden constatarse a diario, pero por más que veamos los síntomas, no alcanzamos a descubrir las causas. 

Murray trata de explicar en qué consiste esta locura que, según dice, se ha fraguado en los departamentos de ciencias sociales de las universidades anglosajonas y que ha dado pie a una doctrina, o más bien a una religión, cuyos apóstoles andan a sus anchas por los campus cancelando a quienes no aceptan sus dogmas sobre el sexo, la raza, la mujer, la descolonización, los animales o la naturaleza. 

La tarea de los activistas del wokismo, dice Murray, consiste en examinar detenidamente los discursos políticos, los textos y programas de estudio o los contenidos de las redes sociales, para identificar posibles pecados de racismo, machismo, homofobia, transfobia, negacionismo climático, colonialismo, etc. con el fin de denunciarlos y «deconstruirlos». 

En las universidades anglosajonas comenzaron a impartirse nuevas asignaturas relacionadas con lo que se ha dado en llamar «grupos identitarios»: teoría de género, teoría queer, teoría critica de la raza, estudios postcoloniales… Estas asignaturas han quedado englobadas en los conocidos como «Estudios de Justicia Social». Durante mucho tiempo, estos estudios no salieron del entorno académico, pero llegó un momento en que la doctrina elaborada en los departamentos de ciencias sociales contagió a toda una generación de jóvenes e incluso fue aceptada por empresas y gobiernos que presumían de estar «comprometidos con la diversidad».  

Para Murray, los cimientos de la política identitaria fueron puestos por el historiador argentino Ernesto Laclau y su compañera, la politóloga belga Chantal Mouffe, ambos profesores de la Universidad de Essex en Inglaterra.  

Ernesto Laclau nació en 1935 en Argentina. Estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires donde, en 1969, conoció al historiador británico marxista Eric Hobsbawm, quien le ofreció una beca para hacer su doctorado en Oxford. Laclau se doctoró en 1977 en la Universidad de Essex en la que trabajó como Profesor de Teoría Política hasta su jubilación. Allí dirigió el Centro de Estudios Teóricos de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Sus estudios versaron sobre el marxismo y las teorías de la Nueva izquierda francesa (Althusser, Foucault, Deleuze, Derrida). También en Essex encontró a la que sería su colaboradora y compañera durante treinta años, la politóloga belga Chantal Mouffe (1943). 

Laclau y Mouffe escribieron juntos Hegemonía y estrategia socialista, un libro publicado en 1985, en el que ofrecían una reinterpretación del marxismo a la luz del pensamiento político de Gramsci y adaptado a los movimientos sociales de izquierdas, herederos de la pseudo revolución de Mayo del 68, que se oponían a la ola «neoliberal” de Ronald Reagan (presidente de Estados Unidos de 1981 a 1989) y Margaret Thatcher (primera ministra del Reino Unido de 1979 a 1990).  

Los grupúsculos de izquierda nacidos en Mayo del 68, el feminismo, las minorías étnicas y sexuales, los antinucleares, los ecologistas, podían ser útiles si se les unía bajo un solo paraguas: la lucha socialista por una igualdad real. En cuanto a la sociedad capitalista, que, según ellos, es además sexista, patriarcal y racista, seguiría siendo la cabeza de la opresión.  

A esa nueva filosofía política, Laclau la llamó postmarxismo. No se trataba de declarar obsoleto el marxismo, sino de reinterpretarlo. Dado que el proletariado había abandonado la «causa revolucionaria», era necesario crear «una nueva clase de personas explotadas». Como el marxismo, la filosofía identitaria divide a la sociedad en dos bandos enfrentados (o antagónicos): el de los buenos y el de los malos, el de los opresores y el de los oprimidos. El oprimido ya no será el obrero, sino todos y cada uno de los grupos identitarios.  

Veinte años después de la publicación de Hegemonía y estrategia socialista, Laclau, que fue asesor ideológico de los Kirchner en Argentina y de Chávez en Venezuela, publicó La razón populista (2005). Se trataba de una reivindicación del populismo como movimiento capaz de dar una salida política a la desafección del pueblo hacia las instituciones democráticas; lo llamó «radicalización de la democracia». Es preciso tener en cuenta que, para Laclau, Hugo Chávez representaba al auténtico demócrata.  

Uno de los primeros partidos populistas europeos inspirados en la ideología postmarxista de Laclau y en la política venezolana fue el español Podemos, fundado por Pablo Iglesias. Podemos nació como movimiento y fue registrado como partido político el 11 de marzo de 2014.  

Un mes después, exactamente el 13 de abril de 2014, Ernesto Laclau fallecía en Sevilla donde se encontraba dando unas conferencias. Al día siguiente, el entonces portavoz del partido y hoy defenestrado, Iñigo Errejón, escribió una larga necrológica en el diario Público. De su artículo recojo un par de párrafos, el primero y el último, que ofrecen buenas pistas sobre la influencia que el argentino ha tenido en el pensamiento y la estrategia política de Podemos.  

Aunque en mi casa de la infancia había algún libro suyo en las estanterías, no fue hasta mi último año de licenciatura cuando leí a Ernesto Laclau junto a Chantal Mouffe —su compañera sentimental e intelectual— , en un seminario del profesor Javier Franzé en el año 2005-2006. Recuerdo que el fragmento de ‘Hegemonía y estrategia socialista’ me pareció una lectura densa y complicada, a la que después regresaría lápiz en mano, pero que sin embargo hizo ya que se me tambaleasen algunas certezas y me abrió un campo de curiosidad intelectual al que luego me dedicaría. Tiempo después, pasando por Buenos Aires tras un año de estancia de investigación en Bolivia, me compré ‘La Razón Populista’, ya obsesionado por comprender lo nacional-popular en Latinoamérica y apasionado por algunas de sus ambivalencias. Era el año 2009. En mayo de 2011, tres días después del 15M, defendí en la Universidad Complutense mi tesis doctoral: ‘La lucha por la hegemonía del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis discursivo’ en la que el trabajo de Ernesto Laclau (de nuevo: y de Chantal Mouffe) y de su escuela neogramsciana ocupaban ya un lugar teórico central”. 

(…) 

Ernesto Laclau ha fallecido cuando más falta hacía, en el filo de un momento de incertidumbre y apertura de grietas para posibilidades inéditas. Para pensar los desafíos de la sedimentación de la irrupción plebeya y constituyente en los estados latinoamericanos y para atreverse en el sur de Europa con los retos de cómo convertir el descontento y sufrimiento de mayorías en nuevas hegemonías populares. Nos deja frente a esa tarea, pero no solos, sino con unas categorías vivas y una veta abierta y rica de pensamiento audaz y radical, a estudiar, traducir y llevar más allá de sus contornos, como hiciera él mismo con las ideas de Antonio Gramsci, encontrarle aliados insospechados, huecos inadvertidos y potencialidades no previstas. Deja sembrado, junto con muchos otros, el caudal intelectual y político de una América Latina que ha expandido el horizonte de lo posible y nos ha devuelto la política como creación, tensión y apertura. También como arte cotidiano y plebeyo. Una América Latina que demuestra que a veces, con más audacia y creación que esencias, con más estudio que dogmas, con más insolencia que garantías y manuales, sí se puede. 

Poco después, el 25 de mayo de 2014, Podemos se estrenó como partido en las elecciones al Parlamento Europeo. Obtuvo 1.245.948 votos (el 8% del total), y cinco escaños. Desde entonces, con distintos nombres y líderes, el partido populista-marxista que fundó Pablo Iglesias sigue en primera línea de la política española.  

Por su parte, la viuda de Laclau, Chantal Mouffe, desde su puesto de profesora en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Westminster en Londres, ha continuado su obra como activista intelectual y como inspiradora ideológica de todos los partidos de izquierda radical marxista o postmarxista que han ido surgiendo en Europa. 

En la primavera de 2015 se publicó en España un libro de conversaciones suyas con Iñigo Errejón, titulado Construir pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia, en el que el ideólogo podemita reconocía la influencia que Laclau y Mouffe habían tenido en la elaboración de la doctrina de su movimiento político. El libro fue traducido al francés en 2017 y su contenido ha sido la base de la ideología del partido La France insumise, como reconoció su líder, Jean-Luc Mélenchon. 

En 2018 la viuda de Laclau publicó un nuevo libro, Por un populismo de izquierdas. En él, la autora hace un repaso de lo sucedido en los países occidentales desde la publicación de Hegemonía y estrategia socialista, recuerda los principios teóricos de lo que ella y Laclau consideraban el «postmarxismo» y expone su idea sobre lo que debe hacer la izquierda para que, en Occidente, se implante definitivamente la hegemonía socialista.  

Chantal Mouffe propuso que los grupos identitarios formados con ideas postmarxistas se transformaran en grandes partidos populistas de izquierda con opciones para llegar al poder. Y, por otra parte, hacía un llamamiento a los líderes de los partidos socialdemócratas europeos para que, en lugar de poner palos en las ruedas de los movimientos de izquierda radical, se sumaran a ellos y les ayudaran a evolucionar hacia la configuración de un gran partido de izquierda populista. Es exactamente lo que ha hecho Pedro Sánchez a partir de las elecciones de noviembre de 2019. 

Pero no es solo en España, en Francia, el plan Mouffe también ha triunfado. En 2024 Emmanuel Macron convocó unas nuevas elecciones legislativas. Toda la izquierda francesa hizo causa común contra el Frente nacional de Marine Le Pen. Los de Mélenchon, junto a Socialistas, Ecologistas y Comunistas, han constituido el Nuevo Frente Popular (NFP), que el 7 de julio de 2024, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, resultó ser el partido más votado.  

En Francia como en España, el wokismo anglosajón tardó mucho en llegar, pero la izquierda populista lo ha incorporado a su forma de ser y de pensar con enorme facilidad. En muy poco tiempo, la religión woke se ha infiltrado en la sociedad. El progre de hoy, inconscientemente dogmático, como diría Chesterton, asimila fácilmente su lenguaje, que le resulta más moderno y juvenil que el del comunismo bolivariano. No es consciente de que ambos son la misma cosa, un peligroso totalitarismo cool adaptado a la confusión moral del mundo de hoy.  


Ilustración: Páginas de New Left Notes (1966-69), un boletín de Students for Democratic Society, organización activista juvenil de gran influencia en el nacimiento de la Nueva Izquierda en Estados Unidos. Via Creative Commons.