Literatura

Gabriel Ferrater: Dante sin Florencia

Este año se celebra el centenario del nacimiento de Gabriel Ferrater y el cincuentenario de su muerte. Ferrater fue uno de los poetas más importantes del siglo XX y uno de los intelectuales más destacados de su tiempo. Cultivó la crítica del arte, la crítica literaria y la lingüística. Como poeta, realizó en la poesía catalana un cambio de dicción muy parecido al que Wordsworth y Coleridge realizaron en la poesía inglesa del siglo XIX, en el sentido de que impuso una nueva selección y combinación de palabras, que consistió en acercar el lenguaje poético a la lengua viva de su época. Esas innovaciones formales iban acompañadas de una poderosa capacidad para expresar, como dijo William Cliff, su traductor al francés, lo que estaba escondido en la conciencia de nuestra generación.

Por lo que a su obra poética se refiere, podríamos hablar de un antes y un después de su aparición en la poesía catalana. José María Valverde fue seguramente el primero en detectarlo y le pareció un poeta tan insólito que llegó a decir que Ferrater era un poeta inglés que escribía en catalán. Haciendo gala de su capacidad de resumir en pocas palabras algo para lo que los demás necesitaríamos más de una página, definió a Ferrater como un «Dante sin Florencia». Efectivamente: Cataluña está muy lejos de ser Florencia y, tal como van las cosas, ni siquiera tiene deseos de parecerse a ella. La relación entre los escritores de talento y el poder político y cultural en Cataluña está llena de incidentes tragicómicos, sobre todo desde Verdaguer hasta nuestros días. De la misma manera que la clase dominante considera a los políticos como sus criados, los mandones de la política y la cultura también consideran igual a los escritores, incluyendo a los escritores de talento, y cuando estos no obedecen, los marginan. En Cataluña, sobresalir de la mediocridad obediente no se perdona. Y a Ferrater no tan solo no se lo perdonaron, sino que lo mantuvieron marginado hasta su muerte. Ferrater tenía unos intereses demasiado amplios, una inteligencia demasiado poderosa y una mente demasiado libre para ser reconocido en ese país donde los figurantes más vanidosos del medio no toleran que nadie los ensombrezca. 

Para acabar de completar este panorama, quienes lo conocimos estamos unánimemente de acuerdo en decir con qué facilidad era capaz de seducir intelectualmente (y eso implica persuadir) a sus interlocutores. Causar tanta atracción era excesivo y, en consecuencia, se hizo lo posible para pretender que no existía, lo cual era bastante difícil, debido al éxito que tuvo su obra, sobre todo entre los jóvenes. No fueron muchos quienes le ayudaron y reconocieron su inteligencia, como, por ejemplo, Antoni Comas y José Maria Valverde. Y afortunadamente, gracias al talento de su albacea, Jordi Cornudella, gozamos ya de una excelente edición crítica de su poesía, Les dones i els dies, con abundante información de todo tipo, desde las variantes hasta la historia completa de su elaboración. Y además se está preparando una edición de sus obras completas, que constará de varios volúmenes sobre literatura, lingüística y pintura. 

Fuera de Cataluña, en cambio, se le ha prestado más atención. Para poner un solo ejemplo, ya en 2002, en Argentina, en el número 61 del Diario de poesía, se publicó un excelente dossier sobre Ferrater, y su poesía se ha traducido a varias lenguas, entre otras, al castellano, al francés y al inglés. De sus ensayos escritos en castellano, destacan sobre todo Sobre pintura y Escritores en tres lenguas. El primero es el resultado de su primera visita al Museo del Prado en 1947. A partir de esta visita se volcó con la pasión y el rigor que le eran característicos al estudio de la pintura, al que dedicó gran parte de los diez años siguientes. Y el segundo contiene estudios escritos entre 1963 y 1964, encargados por una editorial barcelonesa para una enciclopedia de literatura universal que no llegó a publicarse. Aquí Ferrater, con una impresionante economía de recursos, llega a formular las aportaciones más importantes de los mejores escritores del siglo XX.  En catalán, destacan Sobre literatura, Sobre lingüística y Curs de literatura catalana contemporània, tres libros absolutamente fascinantes. Este último recoge las conferencias que dio durante dos cursos (desde 1965 hasta 1967) en la Universidad de Barcelona. Destacan sobre todo los capítulos sobre Carles Riba, J.V. Foix, Josep Carner y Josep Pla.

Durante los últimos años de su vida, se dedicó al estudio de la gramática generativa. Chomsky le apasionó durante un tiempo, pero sus lingüistas preferidos fueron siempre Sapir, Bloomfield y Benveniste. José Maria Valverde le dedicó un largo poema  donde casi al final se puede leer lo siguiente:

Al fin te diste a la lingüística,
peor alcohol que el de beber,
destripando el pobre juguete
en que consiste nuestro ser.

La metáfora sobre el lenguaje es bellísima: un pobre juguete, pero un juguete que es nuestra esencia, puesto que no hay pensamiento sin lenguaje. Valverde despreciaba a Chomsky por una poderosa razón, porque cuando escribía destripaba ese pobre juguete. Lo argumentaba diciendo que una persona que escribe tan mal no puede decir nada interesante sobre el lenguaje. Tampoco Ferrater fue acrítico con Chomsky. Una vez me dijo: «Chomsky ha empezado a ver peces, pero no ha pescado ni uno». Y efectivamente, incluso ahora, cincuenta años más tarde no hemos visto que pescara ninguno. En realidad, hace años que incluso dejó de ir a pescar para dedicarse a escribir y a dar conferencias sobre política.

La poesía de Ferrater no es una poesía fácil y no lo es porque él mismo quiso que no lo fuera. Él mismo explicó por qué no quería que se le entendiera fácilmente. Y escribió:

El poeta, actualmente, tiene que procurar que no se le entienda, pero no por perversidad ni por ningún tipo de gratuidad, sino porque tiene que procurar no ser entendido por la gente que él no quiere que le entienda, […] la gente que se apropiará de sus imágenes, que se apropiará de sus temas y los trivializarán. En consecuencia es inevitable que el poeta se refugie a esconder su sentido a esa gente, de quien no quiere ser entendido, precisamente para crearse un público, muy reducido a quien pide y de quien espera que se le comprenda plenamente.

(Curs de Literatura catalana contemporània, Empúries, Barcelona 2019, pp., 264-165)

Aun así, la mayoría de sus poemas son comprensibles con una lectura atenta, y todos están altamente formalizados. Ferrater impone las tres clases de forma existentes: la exterior o la organización de los elementos sonoros (métrica, aliteraciones, distribución de acentos, etc), la intermedia o la organización de la sintaxis (paralelismos, quiasmos, etc) y la interior o la organización del sentido con los tropos (metáforas, metonimias, sinécdoques, etc). 

Por lo que se refiere a sus ensayos, él no se molestó en publicarlos. Fue su hermano Juan Ferraté y su albacea Jordi Cornudella quienes los han reunido y publicado. No hay que olvidar el volumen Papers, cartes, paraules, que incluye sus cartas, una divertida colección de reseñas de libros para la Editorial Seix Barral, y recoge todo el material que quedó sin publicar. Ahí están unos cuantos informes sobre lecturas encargados por la Editorial Seix Barral, artículos sobre literatura, e incluso una excelente traducción al catalán en verso de los dos primeros actos del Coriolano de William Shakespeare, encargo de un director de teatro, que tenía previsto representar la obra, representación que no pudo llevarse a cabo y que, por consiguiente, no acabó de traducir. El libro contiene también una colección de correspondencia que Ferrater tuvo con sus amigos y su familia, así como unas entrevistas y otras cartas. A pesar de la fragmentación del material, todo lo publicado es de primera calidad, tiene un valor sustantivo y un gran interés para los lectores. 

Ferrater se suicidó el 27 de Abril de 1972 en su piso de Sant Cugat a sus cincuenta años. Aunque él anunciara alguna vez su decisión de suicidarse a los cincuenta años, poco antes de su muerte se le diagnosticó una enfermedad que se lo hubiera llevado al cabo de pocos meses. Pero sus razones reales para suicidarse no las sabe ni las sabrá nunca nadie, y tanto las especulaciones que se han aducido hasta ahora para exponerlas como las que sin duda aducirán los que pretenden saber o adivinar lo que no puede saberse han sido y serán más o menos grotescas.  Los que lo conocimos sabemos que a su inteligencia hay que añadir su incisivo sentido del humor, así como su inmensa bondad. Voy a dar un solo ejemplo de lo último: durante los años en que él y yo coincidimos dando clase en la Universidad Autónoma de Barcelona, entonces en Sant Cugat del Vallés (la ciudad donde él vivía), el Dr. Antoni Comas me encargó cuatro clases de literatura catalana que había que impartir en la Acadèmia de les Bones Lletres, en Barcelona. Recuerdo que le comenté a Ferrater mi preocupación puesto que yo me sentía más a gusto con las asignaturas de lengua. Su respuesta fue inmediata: «No tienes por qué preocuparte. Yo te las voy a dar». Yo entonces había acabado de terminar la carrera; no me conocía nadie, y dar esas clases significaba para él desplazarse de Sant Cugat a Barcelona. Yo le acompañaba. Al llegar a Barcelona en tren, íbamos al bar del Hotel Colón a tomar unas copas de Coñac Mascaró, y luego él daba la clase en la Acadèmia de les Bones Lletres. Albert Camus, que no era un santo de su devoción, afirmaba que las personas muy inteligentes eran también muy bondadosas. Es una gran verdad aplicable a Gabriel Ferrater.


Foto: Gabriel Ferrater en 1969.