Novela

Novelas sí y no

En los mejores momentos de la historia de la novela suena a lo lejos un gong, cuando ficción y realidad son lo mismo.  Más que en el siglo XXI eso ocurría con frecuencia en el XX y mejor en el XIX. Hay mucha vida más allá de la literatura estrictamente contemporánea aunque para no pocos críticos y un buen número de escritores la literatura comience en los años setenta, a lo sumo. Por ejemplo: hay exegetas de la obra de Paul Auster ⎯autor middlebrow con aspiraciones high⎯ que luego no reconocen la diferencia entre Guerra y paz y Ana Karenina o entre El rojo y el negro y La cartuja de Parma. Son excesos del morbo contemporáneo, coincidentes en no pocos casos con una pereza intelectual conspicua. Si eso ocurre con los críticos, ¿por qué no va a darse entre los lectores?  Una novela que dé noticia de cómo anda la realidad de este fin de milenio a su vez por fuerza también tiene que ser noticia. En períodos de literatura umbilical e irrealista, pretender …

El alma de las cosas

La producción ensayística de Milan Kundera comprende tres volúmenes que pueden considerarse como partes de una obra única; lo es por su unidad temática, pues unos mismos intereses motivan los tres ensayos y se disponen en una trama de correspondencias que los funde en un solo discurso, y también por su unicidad: es cierto que todo lo que expone pertenece a la mejor tradición de la crítica, pero su forma de abordarlo al modo libre del ensayo literario; su enérgica defensa de la independencia creativa en unos tiempos como los nuestros en los que resurge con viejas y nuevas excusas el afán de someter lo literario y lo artístico al arbitrio de lo ideológico, y, finalmente, la trascendencia que emerge de su concepción del arte narrativo como una exploración insustituible de todo cuanto constituye la existencia humana convierten el conjunto que forman esos tres libros en una obra singular y de mucha importancia. El arte de la novela (1986), Los testamentos traicionados (1993) y El telón (2005) se interesan principalmente por lo que da nombre …

Ficción versus vacío

La historia de la novela desde finales del siglo XX hasta estos días cataloga un cementerio de armatostes desconectados de la realidad y la vida, al modo de pozos de petróleo que ya no disponen de las entrañas de la tierra, sustituidos para el público lector por heterogéneas formas de entretenimiento que van de la novela negra a los vuelos de Harry Potter y en los últimos tiempos, preferentemente, a las series de televisión. Si queda algo de clases profesionales ilustradas, su sustento vitamínico está dedicado al stream de Netflix, La isla del tesoro o Azar de Joseph Conrad han sido liofilizados y la virtualidad ha sustituido la batalla del río Berézina, del mismo modo que Tolstoi solo perdura en forma de videojuego.   Aun así, a pesar de la corrupción deconstruccionista, la novela puede todavía representar sentido, memoria, belleza, una ilusión de tiempo, un modo de conocimiento, una pasión por la experiencia y, a la vez, una crítica de la vida. Desde luego ni la novela hamburguesa doble ni los filetes postminimalistas están en eso …