Ideología de género

Apuntes feministas

En Retrato del libertino (Espasa, 1997), Antonio Escohotado habla extensamente de My Secret Life, las colosales memorias (más de cuatro mil páginas distribuidas en once volúmenes) de un autor inglés de finales del XIX que oculta su identidad bajo el seudónimo de Walter, aunque, según los estudiosos del caso, se trata de sir Henry Spencer Ashbee, un rico comerciante marítimo que dio la vuelta al mundo y que, suponiendo que a él hayan de ser atribuidas las confesiones de Walter, en el transcurso de su vida tuvo conocimiento carnal con unas dos mil mujeres repartidas por todo el orbe. De eso versa su obra, de ese conocimiento y de las reflexiones que de él pudo extraer sobre el asunto según su propia experiencia, sólo según la propia, pues le faltó la posibilidad de compararla con parecidos conocimientos ajenos. Cita Escohotado un pasaje del segundo prefacio de My Secret Life en el que el autor lamenta esa ignorancia de lo que les sucede a los demás en el combate amoroso y del que reproduzco el fragmento …

Si veneno le pide llorando…

A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, las alarmas sobre abusos sexuales a menores se dispararon en todo el mundo occidental. Aprovecharse de la inocencia de un niño para satisfacer el deseo de un adulto añade a las iniquidades de la violación un grado de crueldad que, para salvaguardar el honor de la especie, no dudamos en calificar de inhumano. Era algo que ocurría en silencio y a lo que durante mucho tiempo no se le concedió en la sociedad mayor gravedad que a la sodomía, el pecado nefando con el que generalmente se confundía en los textos legales y en la opinión pública; y a pesar de que el rechazo moral con el que se contemplaba se fue acentuando en el siglo XX, si acaso se tenía noticia de que algún pariente o vecino practicaba esa pravedad, eran frecuentes la componenda y el disimulo: a menudo, la reputación de los mayores se tenía por un valor más alto que la libertad de los menores. El despertar de la conciencia social …

Impresiones helenísticas sobre morfemas (y su recepción delirante)

Por lo menos desde Dioniso de Tracia los gramáticos han aceptado la división de lo que suele llamarse «género» (génos) en «masculino» (arsenikón), «femenino» (thelukón) y «neutro» (oudéteron) para referirse a ciertos morfemas de las lenguas indoeuropeas, o bien solamente en «masculino» y «femenino» en aquellas en las que solo se identifican dos, como en castellano. Dioniso parece recoger ya una tradición (por ejemplo, cuando nos dice que algunos «añaden a estos [géneros] dos más»), de modo que seguramente algunas de las categorías que hallamos en el texto de Dioniso eran comunes y bien arraigadas. Los nombres con los que Dioniso describe la lengua son, en general, de carácter —digamos— impresionista. Por ejemplo, se llama a la flexión ptôsis, que en griego significa «caída». Se percibe, por tanto, la flexión (nominal y verbal) como una caída (aunque se aplica sobre todo a ciertos morfemas de la flexión nominal). Los nombres elegidos son percepciones que se expresan de un modo muy plástico, casi se podría decir que poético. La ptôsis se tradujo en latín como casus, …