Lo que nadie podía prever
En La rebelión de las masas, Ortega no se limitó a señalar con precisión los rasgos mórbidos de la sociedad moderna que empezaba a desplegarse ante sus ojos, también vaticinó con acierto la descomposición a la que conduciría ese estado de cosas si nada lo remediaba. No obstante, erró estrepitosamente en uno de sus vaticinios. El que formula en este párrafo: Acertará quien no se fíe de cuanto hoy se pregona, se ostenta, se ensaya y se encomia. Todo eso va a irse con mayor celeridad que vino. Todo, desde la manía del deporte físico (la manía, no el deporte mismo) hasta la violencia en política; desde el “arte nuevo” hasta los baños de sol en las ridículas playas a la moda. Nada de eso tiene raíces, porque todo ello es pura invención, en el mal sentido de la palabra, que la hace equivaler a capricho liviano. Hoy podemos constatar que todos esos «caprichos livianos» a los que no augura una larga existencia han llegado a centenarios en un estado de salud admirable; si desaparecieran …


