Simone de Beauvoir

Elogio de la píldora

Es sorprendente la mala prensa que tiene en la actualidad, entre ciertas feministas, la píldora anticonceptiva: no son pocas las que aconsejan evitarla y reclaman métodos anticonceptivos más «naturales» y «corresponsables» con el hombre. Su rechazo parte de la convicción de que la píldora, como toda creación de una sociedad patriarcal, busca someter a las mujeres en beneficio de los hombres; cargarlas a ellas solas con la responsabilidad de la anticoncepción. Esta no es la única cuestión en la que este feminismo rousseauniano se propone proteger a la mujer de los abusos a los que a su juicio es sometida en la vida en sociedad devolviéndola al estado de naturaleza: el auge de los partos en casa también tiene su origen, en muchos casos, en el recelo con el que ven a un sistema médico que consideran que se preocupa poco por el bienestar de las mujeres. En una palabra, lo que defienden es que la mujer no será libre hasta que no se deshaga de todo aquello que la sociedad le impone; la opinión …

Salvar al feminismo

Seguramente una de las escenas más memorables de la historia del cine sea la que pone fin a la primera parte de Lo que el viento se llevó, cuando Scarlett O’Hara mira al cielo desafiante y, después de haber atravesado los nueve círculos del infierno, se promete, poniendo a Dios por testigo, que ni ella ni los suyos van a volver a pasar hambre —«aunque tenga que estafar, ser ladrona o asesinar»—. Hasta entonces, todo eran quejas y lamentos, pero ahora parece decirse: «Está bien; mi madre muerta por una fiebre tifoidea, mi padre enloquecido, y todos los hombres que me cortejaban empeñados en ir a matarse a una guerra que yo ya había advertido que sería, cuando menos, aburridísima, pues me las tendré que ingeniar sola, pero no lograrán aplastarme». En ese inconfundible atardecer naranja technicolor, la niña caprichosa cogía por primera vez las riendas de su vida. Su personaje encarnaba la esencia de la primera ola del feminismo: la mujer estaba capacitada para asumir su propia existencia.  Pero, mecida por el mismo oleaje, …