La jerga incomparable de este siglo
Son tiempos de renuncias. El artista renuncia a la independencia del arte para transmitir, con sus instalaciones y sus espacios, los mensajes que han de halagar a los operarios de la opinión pública. Los medios ven en ello el progreso moral: «El arte no puede ser indiferente», titulan. Los responsables de los museos, por su parte, atienden el derecho del público a no ser ofendido, por lo que proceden a retirar obras maestras de la pintura y la escultura que han permanecido décadas o siglos en exhibición. En un proyecto de prefacio para Las flores del mal, Baudelaire responde así «a los que tienen interés en confundir las bellas acciones con el bello lenguaje»: «Yo sé que el amante apasionado de la belleza del estilo se expone al odio de las multitudes. Pero ningún respeto humano, ningún falso pudor, ninguna coalición, ningún sufragio universal me obligarán a hablar la jerga incomparable de este siglo, ni a confundir la tinta con la virtud». La renuncia, pues, no es nueva, pero sí se muestra más vigorosa y …