sociología

Comparaciones y razones

Hay un proverbio francés que asegura que comparaison n’est pas raison, es decir que la comparación no es una herramienta de razonamiento segura. Cuando decimos en español que «las apariencias engañan» estamos aludiendo a una análoga desconfianza hacia este mismo fenómeno. Una esfera con pinchos puede inducirnos a pensar que un erizo de mar, una castaña o un erizo de bosque son seres emparentados, cuando la realidad es que uno es un equinodermo, el otro una fruta con su corteza y el tercero un pequeño mamífero con patitas. Y un dolor de cabeza puede delatar un tumor mortal o anunciar un cambio súbito de tiempo. Sí, las semejanzas pueden desorientar, comparación no es razón, y no hay que fiarse de las apariencias, que no suelen conducir a nada esencial.  Pero por otra parte, la más elemental experiencia de la vida nos pone ante los ojos la enorme importancia que tiene en nuestras conductas la comparación y, más aún, su aplicación práctica, la imitación. Si no nos enseñan, es decir, nos dan algo con que compararnos …

La histéresis

La histéresis es un concepto de la física y la biología trasladado a las ciencias sociales entre otros por el Nobel de Economía Jean Tirole, quien lo definió como el fenómeno por el cual un sistema social tiende a mantenerse en un determinado estado tras la desaparición de la causa que lo provocó.  Tirole modelizó matemáticamente la influencia de la reputación de un colectivo sobre el comportamiento de sus miembros, recurriendo al concepto de histéresis para formular sus conclusiones. La trayectoria, la fidelidad o el valor de la palabra de un individuo son conocidos, o pueden ser directamente observados, por los pocos con quienes se haya relacionado frecuente e intensamente. El resto de las personas que esporádicamente interactúen con ese individuo se formarán una opinión basándose, entre otros aspectos, en la reputación del grupo o grupos a los que pertenezca.  Si la reputación grupal es positiva y, por tanto, ese individuo deriva un beneficio de ella, tomará recaudos para confirmarla con su conducta. Aún más: velará para que ningún otro miembro del grupo la perjudique, …

Y la negra inquietud no se separa

«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». Así es como arranca el célebre ensayo de Camus, El mito de Sísifo (1942). A medida que marchan las páginas, es fácil que el desasosiego cale en los huesos y los vaya dejando humedecidos del absurdo existencial que desentraña el autor. Pero hace falta mucha pasión para escribir tanto y tan bien sobre el desasosiego, y la mayor prueba de la apuesta del libro por la vida tal vez sea, al fin y al cabo, que el propio Camus jamás optó por matarse. No obstante, eso quita poca o nula importancia a un hecho de incontestable desazón. Casi ochenta años después de la publicación del ensayo, el suicidio es en España la primera causa de muerte no natural. Muchas personas siguen juzgando a diario que no vale la pena vivir la vida. Dice Camus en un momento del ensayo que el suicidio, como …