Progresismo

El lado absurdo de la historia

Sin que algunos nos hayamos dado cuenta, puede que este año que estamos cerca de dar por terminado se recuerde como aquel en el que se inició el declive de esa amalgama de sinsentidos justicieros a la que llamamos wokismo y a la que, desde los albores de este siglo, hemos permitido que se fuera enseñoreando sin pausa de nuestras instituciones educativas, culturales, sanitarias y políticas. Lo que hasta hace poco parecía inexpugnable y destinado con el tiempo a socavar los cimientos de la civilización occidental, como yo mismo, en mi artículo anterior, me aventuré a dar por inevitable, influido en parte por la lectura del último ensayo de David Rieff, Deseo y destino, ha empezado a mostrar, según algunos observadores, ciertas vías de agua. Se detecta un hartazgo de la obediencia ciega que la sociedad le ha dispensado casi por rutina, y las instancias legislativas de algunos países que asumieron sumisamente sus despropósitos no dudan ahora de la necesidad de cortarle las alas, como es el caso de  Noruega, Finlandia, Suecia y Reino Unido, …