Este noviembre se cumplen cinco años del nacimiento de La Puñalada. La concebimos como una revista cultural en la que se pudieran publicar pequeños ensayos sobre pensamiento, arte, literatura, economía, educación, ciencia o política, con toda la extensión que reclamara el tema tratado y con una amplia visión liberal que evitara la sujeción a las restricciones ideológicas que a veces impone la necesidad de lograr subvenciones. En este tiempo no han sido pocos los lectores que nos han preguntado por qué escogimos un nombre tan cargado de sentido para una revista que aspira al debate libre de ideas y al intercambio sosegado de conocimientos e inquietudes culturales. Aprovechamos la ocasión para explicarlo.
La Puñalada fue un restaurante y cafetería de Barcelona situado en el paseo de Gracia, en la esquina con la calle Rosellón, que estuvo abierto entre 1927 y 1998. Fue célebre por sus tertulias: por allí pasaron figuras centrales de la vida cultural catalana ⎯Francesc Pujols, Josep Pla, Josep Maria de Sagarra, Santiago Rusiñol, Eugeni d’Ors, Ramon Casas, Joaquim Mir, Miquel Utrillo o Joan Miró⎯, pero también escritores y artistas del resto de España, como Pío Baroja, Ramón María del Valle Inclán, Manuel de Falla o Eduardo Chillida. Incluso Carlos Gardel y Rubén Darío frecuentaron esas tertulias durante sus visitas a la ciudad desde el otro lado del Atlántico. No en vano, George Steiner, en la conferencia que pronunció en 2004 en el Nexus Instituut de Tilburg con el título de Una idea de Europa, escribió: «Europa está hecha de cafés. Van del establecimiento preferido de Pessoa, en Lisboa, a los cafés de Odessa, donde todavía se siente la presencia de los gángsters de Isaac Babel. Se extienden desde los cafés de Copenhague, ante los cuales pasaba Kierkegaard durante sus paseos meditabundos, a los mostradores de Palermo (…). Si uno dibuja el mapa de los cafés obtendrá una de las referencias esenciales de la “noción de Europa”». Y en ese mapa no faltan, por supuesto, ni el Café Gijón de Madrid ni La Puñalada de Barcelona.
Fue, pues, ese mapa el que tuvimos en mente los cuatro barceloneses que fundamos la revista y, con el nombre que le dimos, quisimos honrar el recuerdo de uno de los mejores rincones para el pensamiento y la literatura que ha tenido la ciudad. En 2020 no era el Covid el único virus que nos acechaba: en esa Barcelona ya tan alejada de lo que podemos llamar la edad de oro de sus ambiciones artísticas y literarias, el nacionalismo y el populismo habían ido asfixiando el debate cultural hasta límites insoportables. En tales circunstancias, no nos sorprende que los artículos que publicamos aquí, a menudo desviados del pensamiento convencional imperante, se perciban por algunos lectores como puñaladas, pero lo que hemos querido recuperar ante todo es el espíritu de aquella Barcelona tan floreciente, a pesar de los estragos políticos en los que tuvo que desarrollarse entre la opresión de las dictaduras y el caos de una república contraria a sí misma: el de una Barcelona abierta, culta, plural y liberal; una Barcelona tan catalana como plenamente española, unida a América Latina por innumerables lazos ⎯en Barcelona, a principios de los años setenta, nacería la explosión de creatividad literaria que se conocería como el Boom latinoamericano⎯, y también con una profunda vocación europea y occidental.
En este quinto aniversario, La Puñalada, ahora con redacción en Barcelona y Madrid y con el deseo de renovar la hermandad entre estas dos ciudades, se reafirma en su propósito: tratar de entender el mundo que nos rodea sin someternos a las servidumbres de la actualidad y sin renunciar, por ello, a afrontar los grandes debates de nuestro tiempo. Ante los retos, en ocasiones inquietantes, que plantea el presente, recuperamos a los grandes escritores y pensadores del pasado ⎯cada vez más relegados⎯ en todos los ámbitos del conocimiento: las humanidades, las llamadas ciencias sociales y las ciencias naturales. Frente a la cultura del clickbait y del tuit, defendemos los artículos de pensamiento extensos; frente a la corrección política, el debate sin dogmas; frente a las cuotas, el mérito y la excelencia; frente a la redacción pensada para buscadores, el cuidado del estilo; frente a los extremismos políticos, la democracia liberal, y frente a la pedagogía condescendiente y el sermón, el pensamiento libre y, por qué no, la provocación, tan indispensable en una sociedad cada vez más aquejada de infantilismo, sectarismo y maniqueísmo.Con la modesta aportación de un ensayo semanal, La Puñalada se compromete a seguir esta senda, convencida de su necesidad y su sentido. Gracias a los lectores que nos acompañan.