Hayek

Un lugar en el mundo

Pocas ideas hay tan denostadas en la actualidad como la del mérito. Aquí y allá se repite lo mismo: de nada sirve esforzarse, este no es un mundo en el que triunfen los mejores; los ricos, los blancos, los hombres, los tramposos, los despiadados pasarán siempre por delante del trabajador humilde o de las llamadas minorías sociales si los poderes políticos no toman medidas para remediarlo. Cargados de buenas intenciones, es obvio que quienes repiten esto (en muchos casos, por cierto, personalidades de éxito, vivos ejemplos de las virtudes de la meritocracia) buscan librar al desafortunado de la culpa de verse en su situación, pero en realidad le privan de lo más preciado que trajo el capitalismo: la sensación de poder sobre el propio destino. No es casual que, con la consolidación del capitalismo en el siglo XIX, aparezcan muchas novelas de temática parecida: las peripecias de un joven que trata de abrirse camino, de hacer fortuna, de triunfar en sociedad (y a menudo también en el amor). A diferencia de en la estamental sociedad …